miércoles, 16 de octubre de 2013

Ancestras afro caribeñas






                                                              
                                                                               Yolanda Arroyo Pizarro*

Por qué hablar de las Ancestras


Nótese que no utilizo el masculino ‘Ancestro’ que quiere decir antepasado o antecesor. De ésos están llenos los anales de la historia. Hasta la saciedad les han dedicado artículos, ensayos, reseñas, capítulos completos y libros los propios historiadores e historiadoras. No es lo mismo que decir ‘Ancestra’, un neologismo femenino al que me amarro para narrar mis carencias y obsesiones.

Siento que Ancestra es más adecuado, llena el vacío de la historicidad y de la responsabilidad poética que me obliga a contar la vida de mis antepasadas y antecesoras, seres humanas que son las que deseo resaltar porque entiendo que ellas mismas me lo piden en un trance literario. Lo correcto, dado el machismo y racismo rampante que se vive en mi país hoy, es hablar de mis Ancestras negras provenientes de África. Al menos así me siento yo, con la necesidad de escudriñar y plasmar en literatura ese arrebato mental que me alborota los sentidos hasta que pongo manos a la obra.

El experto Guillermo A. Baralt en su texto Esclavos rebeldes. Conspiraciones y sublevaciones de esclavos en Puerto Rico. (1795-1873), Ediciones Huracán, 1982 explica lo siguiente: “Hasta fecha muy reciente, solamente se tenía conocimiento de un muy reducido número de conspiraciones y sublevaciones de esclavos ocurridas durante el pasado siglo XIX. Sin embargo, esta investigación basada principalmente en las fuentes primarias documentales de varios municipios de Puerto Rico, demuestra que, contrario a lo que siempre se había creído, los esclavos de la isla se rebelaron con frecuencia. El número de conspiraciones conocidas para apoderarse de los pueblos y de la isla, más los incidentes para asesinar a los blancos, y particularmente a los mayordomos, sobrepasa los cuarenta intentos. Mas, si tomamos en consideración la secretividad y el clandestinaje de estos movimientos, el número resultaría, indiscutiblemente, muy superior.”





En 1998 inventé un seudónimo. Para esa fecha yo asistía a una iglesia muy fundamentalista que sin duda se escandalizaría por mis escritos de tendencia transgresora  Bajo el nombre de Gabriela Soyna me inventé esta cita intentando dialogar de algún modo con el escrito de Baralt: “Las mujeres negras tomaron partido en las miles de fugas individuales y grupales que se desataron en épocas esclavistas y subsiguientes, de este lado del orbe. Jugaron roles activos y protagónicos en la mayoría de las sediciones y revueltas celebradas, en pura manifestación de rebeldía. Cansadas como estaban de la institución de la esclavitud y todo tipo de otras restricciones a la libertad, transgredieron, infringieron y quebrantaron el orden”.

Gracias a ese dictado que de algún modo intuí, comencé a trabajar una obra que finalmente publiqué en 2012, el libro de relatos ‘las Negras’ usando como  epígrafe esa cita de mi alter ego Gabriela Soyna. Además, incluí la siguiente dedicatoria: “A los historiadores, por habernos dejado fuera. Aquí estamos de nuevo… cuerpo presente, color vigente, declinándonos a ser invisibles… rehusándonos a ser borradas”. Y es que siempre tuve muy presente el proverbio nigeriano que dicta: “Hasta que los leones tengan sus propios historiadores, las historias de cacería seguirán glorificando al cazador”. Por otro lado Gloria Steinem, la feminista estadounidense, ya me había contagiado con una idea voraz y perturbadora, que aplica a quienes cuentan la historia siempre desde el punto de vista del varón, o del patriarcado.

Ella expresa: “He conocido mujeres valientes que explotaron los límites de la posibilidad humana, sin ninguna historia que las guiara.” Así pues, guiada por la lógica de la historia, o aún sin ninguna historia necesariamente conocida, me dispuse, retando a “la gloria del cazador” a hablar de las Ancestras, desde una nueva literatura insurgente de la Afrodescendencia. Y digo nueva, porque en Puerto Rico tenemos muy poco o casi nada de literatura que describa a nuestras antepasadas.




No tenemos el género o la categoría slave narratives como le llaman en otros lugares a las historias contadas sobre esclavos o esclavas que sobresalieron, o incluso biografías narradas por el propio esclavo o esclava. Di con apenas dos instancias de ficción memoriada de las autoras Beatriz Berrocal y Carmen Colón Pellot gracias a un ensayo escrito por la Dra. Zaira Rivera Casellas, titulado “La poética de la esclavitud (silenciada) en la literatura puertorriqueña [1]” en el que además incluye a la reconocidísima escritora Mayra Santos Febres y a esta servidora.

Así que, con ese inicio y de manera autodidacta, me di a la tarea de estudiar las obras: ‘Historias al margen de la historia’ de Nelly Vázquez Sotillo; ‘Por la encendida calle antillana: las culturas étnicas de los africanos esclavizados que fueron traídos al Caribe en Siglo XVI’de Mirta I. Nieves Mejías; ‘Esclavos Prófugos Y Cimarrones: Puerto Rico, 1770-1870’ de Benjamin Nistal Moret; ‘The Slave Ship: A Human History’ de Marcus Rediker e ‘Incidents in the Life of a Slave Girl’ de Harriet A. Jacobs. Todo ello para poder hablar de mis propias Ancestras desde la ficción narrativa.

Cómo hablar de las Ancestras

Ahora bien, cómo iría a hablar de ellas. La pregunta me abrumaba. Era un dilema por demás complicado y aturdidor, porque siempre tuve muy en mente el no victimizarlas. Todo el tiempo intuí que a pesar de la opresión y los abusos, estas fueron mujeres hábiles, astutas, muy dispuestas para la batalla, muy orientadas a devolver el golpe en la lucha. En América se llamó cimarrón a todo esclavo rebelde fugado, algunos de ellos fugitivos reincidentes, que llevaron una vida de libertad en rincones apartados de las ciudades o en el campo. A estos sitios ilícitos se les denominó palenques o quilombos.
La escritora Premio Nobel de Literatura, Toni Morrison, expresó en una ocasión: “I get angry about things, then go on and work.” Y yo me siento totalmente identificada. Para escribir me mueve el motor del coraje, de la indignación, de querer, yo también, devolver el golpe. Es por eso que en el prólogo de ‘las Negras’, la Dra. Marie Ramos Rosado, estudiosa de mi obra, indica: “El título del libro nos adelanta ya la temática de la diversidad, la cuestión de género y raza. Las Negras recoge tres textos narrativos: “Wanwe”, “Matronas” y “Saeta.”




Las dedicatorias y citas a principio son reveladoras de las intenciones de la escritora. La autora dedica su libro a “los historiadores”, y de inmediato aparece una cita del libro: Esclavos rebeldes. Conspiraciones y sublevaciones de esclavos en Puerto Rico de Guillermo A. Baralt. La cita destaca la importancia que tuvieron los levantamientos de esclavos en el siglo XIX en Puerto Rico y la desinformación que existe entre la historia oficial con respecto a esas rebeliones pues hubo gran secretividad y clandestinaje de estos movimientos, lo que nos hace pensar que la información histórica aún está incompleta.

¿Por qué ocurre esto? Está incompleta porque los historiadores (as) han centrado sus investigaciones en las rebeliones realizadas por los esclavos y hombres negros, pero se han invisibilizado todas las gestiones realizadas por las mujeres negras. La historia puertorriqueña como la universal ha sido narrada desde una óptica patriarcal.
Por tanto, la dedicatoria del libro es  una denuncia a la historia oficial; “por habernos dejado fuera.” Se está reclamando la visibilidad histórica de las mujeres esclavas. Tal parece que la escritora decide a través de la ficción hacer visible  a todas las mujeres negras y destacar  las aportaciones que han realizado  para la humanidad, pues aún no parecen ser  reconocidas. […] En estas narraciones, Yolanda Arroyo Pizarro destaca la valentía y firmeza de las mujeres negras, quienes “tomaron partido en las miles de fugas individuales y grupales en las épocas esclavistas.” También de sus narraciones se infiere los roles activos y protagónicos que tuvieron estas negras en la mayoría de las revueltas y sediciones; sin embargo aparecen invisibilizadas para la historia oficial y canónica”.

Desde dónde hablar de las Ancestras


¿Desde dónde, pues, hablar de las Ancestras?, me pregunté, ya resuelto lo anterior.
En agosto de 2012 viajé a Caracas, Venezuela, para celebrar las Jornadas del Primer Foro Internacional de Afrodescendencia y descolonización de la memoria. Fui la invitada de honor representando a Puerto Rico. Conocí al activista afrocolombiano Carlos Rúa, conferenciante, investigador y escritor nacido en Tumaco, que reside actualmente en Nariño, Colombia. Él me enseñó la palabra “tonga” que según me explicara, para ellos era el equivalente de lo que yo conocía como “quilombo” o “manigua”.



Éstas fueron comunidades de negros que se negaban a su situación de ser esclavos, y se fugaban de los puertos de desembarque de navíos, de los ingenios, de las haciendas, de las minas, de las casas donde hacían servidumbre doméstica, de las cárceles y aun de las mismas galeras de trabajo forzado para relocalizarse en comunidad y desde allí contratacar. Es decir, ellos eran cimarrones y cimarronas, esclavos revoltosos, esclavas revolucionarias y sediciosas que no se quedaron de brazos cruzados, como casi siempre nos lo pintan, que crearon estos lugares de asentamiento y vivienda.
Palabras como tonga, palenque, quilombo y manigua son prácticamente lo mismo. Un territorio desde donde organizar la revuelta. Así pues la contestación a la pregunta ¿desde dónde hablar de las Ancestras? tiene como respuesta única e indivisible el siguiente enunciado: Hay que hablar de mis antepasadas desde el único lugar ideológico y correcto: desde la Resistencia.

En su libro ‘Memorias palenqueras de libertad’ la Dra. Clara Inés Guerrero García nos insta: “La libertad es el eje de la memoria cimarrona, de la misma manera en que la paz lo es de la memoria palenquera.” Esos llamados palenques o tongas en el terreno que hoy es Colombia, componen el rompecabezas del fenómeno histórico que se inició hace cuatrocientos años en el marco de las sociedades esclavistas en el nuevo mundo colonizado.



“En Méjico y Cuba también se conocieron como palenques, en tanto que en Venezuela fueron cumbes; en Brasil quilombos, mocambos, ladeiras y mambises, así como maroons en el Caribe, las Guayanas y en regiones de lo que actualmente es el sur de los Estados Unidos. Los vocablos cimarrón, palenque y arcabuco son de origen español y en Colombia se combinaron indistintamente para señalar el mismo fenómeno.” (Cultura Palenquera, 2010)[2].

De ahí, de esas lecturas, de esas inspiraciones nacieron mis heroínas, las protagonistas de ‘las Negras’: Wanwe, Ndizi y Tshanwe. Acaso avatares de ficción coladas en el trance de mi memoria ancestral, que se convirtieron en las mujeres negras esclavizadas y hechas libres por ellas mismas y sus propias confabulaciones. Mujeres subversivas, transcorpóreas, que pidieron voz, cuerpo, armas y venganza.

Notas:

[1] La poética de la esclavitud (silenciada) en la literatura puertorriqueña. Dra. Zaira Rivera Casellas. Universidad de Puerto Rico, Río Piedras - Cincinnati Romance Review. Fuente: http://www.cromrev.com/volumes/vol30/07-vol30-rivera.pdf
[2] Cultura Palenquera: Primer Pueblo libre de América. Fuente: http://www.planeta-afro.org/index.php/rtl-languages-native-support/palenqueros.html

Lista de imágenes:

1. Siete mujeres posan juntas tomándose las manos, Missouri, 1890, fotógrafo desconocido.
2. Sojourner Truth, nacida Isabella Baumfree, predicadora y luchadora abolicionista de Estados Unidos de América.
3. Harriet Ann Jacobs fue esclava, cimarrona, abolicionista y feminista estadounidense y escribió una narrativa de su vida como esclava. 
4. Mujer afro-americana desconocida, confinada, a principios del siglo XX.
5. Marie "Stagecoach" Fields, fue esclava y luego de su emancipación fue la primera mujer cartero de Estados Unidos.
6. Effie Waller Smith, sentada a la derecha, poesta afro-americana, hija de ex-esclavos. Su íntima amiga, Ms. Ratllife, dejó su única hija a cargo de Waller Smith al morir.


Sobre la autora:

Yolanda Arroyo Pizarro, escritora puertorriqueña, ha sido publicada en España, México, Dinamarca, Hungría y Francia. Ha participado de los congresos culturales Bogotá 39 del Hay Festival, FIL Guadalajara, Festival Vivamérica en Madrid, LIBER Barcelona, el Otoño Cultural de Huelva en España, la Organización Iberoamericana de la Juventud en Cartagena de Indias, Colombia, la FIL Guadalajara,y el Festival de la Palabra en Puerto Rico y Nueva York. Su reciente producción incluye un libro de poemas bilingüe (inglés y español) titulado Saeta (2011), que explora el tema de resistencia e historicidad en el marco de la mujer afrodescendiente, rebelde y cimarrona. Además, en 2010 publicó con Editorial EGALES en Madrid y Barcelona la primera novela lésbica puertorriqueña Caparazones que se distribuye también en México y por la que acaba de ganar su quinto Premio PEN Club de literatura isleña. Sigue su producción cultural a diario, accediendo a su blog aquí.

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