domingo, 26 de abril de 2015

Cocori vuelve a levantar roncha sobre tres temas: censura, racismo y cómo se mezclan ambos en los imaginarios colectivos



 María Suñarez Toro
FCS 26/04/15

Una polémica de muchos años sobre el destino del uso del libro COCORI como lectura obligatoria en la escuela del país tuvo su desenlace mas reciente en la prohibición de uso de fondos públicos  para una obra musical de teatro sobre el libro clásico del mismo nombre. 


El desenlace que ha ocasionado una vez mas un fuerte polémica, fue producto de una solicitud de dos diputadas que además están en la Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea Legislativa, comisión que le pidió a la Ministra de Cultura retirar los fondos para la presentación de una obra que ya habían financiado.

Al creador de la música de la obra le hubiese gustado que los autoridades leyeran y escuchar la musicalización antes de prohibirla. Dice que el libro “recrea estereotipos hirientes”, pero no se mete en la polémica si debiera ser prohibida con fondos públicos, mas bien dice que le hubiese gustado que las autoridades hubiesen leído los textos de la músico que le hizo antes de pronunciarse contra la obra musical de teatro.

Varias autoridades de cultura y educación se manifestaron desde diversos ángulos contra la “censura de la obra”, aludiendo a que fe precipitado y que prohibir una obra no es saludable.

Las diputadas que presentaron el caso dicen que no quisieron censurar., pero que han sido objeto de “bullying” en las redes sociales. 

Mientras tanto, las redes sociales están plagadas de comentarios y debates sobre los tres temas.

Lo importante es mantener la discusión abierta, pero en forma respetuosa y reconociendo que en el país hay racismo, hay censura y que estamos en un momento en el que Costa Rica se empieza a reconocer formalmente pluricultural y miltiétnica y aprovechar esto para separar la paja del ojo. Para eso no basta ver la realidad, hay que remitirse a los imaginarios también. 

Pero eso lo hacen mejor que yo, Luis Angel Castro y Quince Duncan.

Esto dice Luis Angel Casto, cantautor que ha hehco su propia interpretación de Cocori y ahora se siente censurado. "Todo este repudio a la censura de Cocorí nos ha servido para darnos cuenta del gran amor que nuestra gente tiene por esta obra que pareciera sirvió para TENDER PUENTES entre ese Caribe intenso y aislado y este Valle Central que parecieran hoy haberse acercado a través de la obra literaria de don Joaquín en aquellos años tan rudos de nuestra historia. Ojalá todo esto sirva para reforzar nuestra realidad multicultural y tod@s juntos : negr@s mestizos chin@s indígenas y todas las mezclas raciales y culturales que poblamos este país tan solo repitamos la poesía de Bob Marley " one love ....sigamos junt@s y sintámonos bien."

Por su parte, Quince Duncan habla de "LO QUE APRENDI LEYENDO A COCORI" en denfensa del autoro del libro censurado de leeres y reproducrise con fondos públicos.
 
"Yo pasé por la escuela antes de Cocorí. Es más, soy ocho años mayor que él. De modo que mi lectura de esta obra es, afortunadamente, tardía. Cuando al fin la leía, tenía la madurez para discernir entre la paja y el grano. Cocorí (7ma. Reimpresión. San José: Editorial Legado, 2003) es una novela infantil, publicada por el escritor costarricense Joaquín Gutiérrez Mangel a finales de los años 40 del Siglo anterior y muy utilizada como texto escolar. Además, es posiblemente la obra costarricense más traducida. Hace unos años, dos Asociaciones afrocostarricenses, solicitaron al Presidente de la República que dicho texto no fuese de lectura obligatoria, porque a su juicio no era conveniente utilizarla en la enseñanza a una tierna edad, por algunos de sus contenidos. Aquello trajo una polémica y dividió a periodistas e intelectuales..."  

Luego de una magusltra descripción de los razgos discriminatorios de la obra Cocri que pueden leer en su facebook, Ducan dice:

"Se sorprenderán los lectores de saber que, aún con todo eso, vengo en defensa del autor. Yo creo que don Joaquín Gutiérrez Mangel, creó este pequeño libro llamado Cocorí para mostrar al mundo todo lo que no es la comunidad en la que él dice haberse criado. En realidad, nunca, en ninguna parte de la obra él menciona a Limón. Por tanto, todos los que le atribuyen a la obra el estar situado en esa provincia, (incluyendo maestros, profesores, críticos literarios, periodistas y magistrados de la Sala Cuarta) leyeron un texto imaginado y no el real. O sea que, en realidad, Cocorí no es pariente mío. Cocorí no soy yo. Mamá Drusila no se parece en nada a mi madre. Ese pequeño pueblito no tiene nada que ver con nosotros, los afrocostarricenses porque no es un pueblo afrocaribeño. Y no se parece en nada a mis nietos."

"Pensemos bien. Es obvio que el autor Gutiérrez, habiéndose criado en contacto con la comunidad afrocaribeña limonense, sabía que el nivel educativo de la Provincia de Limón era en los años genesiacos el segundo más alto del país, solo superado por Heredia (Censos Nacionales de 1927). De hecho, algunos hijos de inmigrantes del Valle Central o del extranjero, del círculo social al que pertenecía don Joaquín, fueron a las escuelas tradicionales de inglés a aprender a leer y escribir, ya que durante los primeros 50 años de presencia afrocaribeña en Limón (a partir de 1872), el único sistema escolar que existía era el de los jamaicanos y el nivel de escolaridad era más alto que en la mayoría del resto del país. De modo que Gutiérrez, integrante de la corriente que los estudiosos han llamado realista, difícilmente iba a atribuirle siquiera ficcionalmente a un negrito limonense no saber a los siete años que las imágenes se reflejan en el agua (p.9) –y de hecho no lo hizo."

"Tampoco iba el autor comentado a postular con “realismo” que había una comunidad afrodescendiente en la región de Limón, por lo demás costeña, que no hubiese visto a un “blanco” en 20 años. Porque don Joaquín, como buen limonense de crianza sabía que los afrocaribeños llegaron con los “blancos”, es decir, fueron traídos por norteamericanos y europeos y trabajaron en sus empresas. La situación es posible en la ficción, pero no tiene nada que ver con el Limón histórico. Así que la afirmación de los magistrados de la Sala Cuarta de que por lo remoto de la zona, perfectamente en el Limón de 1948 pudiera haber habido niños negros “que nunca habían conocido a personas de raza blanca” no resiste un análisis serio, dicho con todo el respeto que puede otorgarse a semejante desatino. Muchos de los dirigentes religiosos, pastores o sacerdotes anglicanos eran blancos, y los jefes de las empresas que vivían en la Zona Americana al igual que sus familias, eran todos blancos. Además, de ¿dónde quedaba “remoto” Limón? Hasta donde sé, no está “remoto” con relación al mar Caribe por donde venían los barcos de los “blancos”.

Por otra parte, la imagen de niño acomplejado que muestra Cocorí, no calza. Precisamente, una de las características que algunos todavía hoy reclaman a los afrolimonenses es su etnocentrismo, su orgullo que algunos con cierta frecuencia califican de “pedantería”. Es decir, que el afrolimonense –a lo mejor alguien conoce alguna que otra excepción que confirma la regla- nunca a lo largo de toda su historia se ha creído inferior a sus vecinos. Sea o no válido, tenía orgullo original de británico y además una posición ventajosa que ocupaba en la estructura económica de la región, posición que le venía de ser anglo parlante, con un nivel educativo superior al de sus vecinos mestizos. Por algo Saul Zapata y 500 trabajadores costarricenses firmaron en 1940 el ya clásico manifiesto en que pedían la expulsión de los “negros” del país por que eran monopolizadores del trabajo y de costumbres diferentes. Ponía de ejemplo “la bananera del Atlántico que fue monopolizada por los negros, desplazando al trabajador costarricense; si acaso se conseguía algún trabajo era el de simple peón; los capata¬ces, apuntadores, brequeros, maquinistas, empleados del comisariato, todos eran negros (ef.n); (...) Negros costa¬rricenses no hay (...) los negros nacidos en Limón, hijos de padres antillanos no son costarricenses". (Saul Zapata, en, La Prensa Libre, 10 12 40). Lo anterior implica que nunca la comunidad afrocaribeña de Limón sufrió complejo alguno que permitiera a un niñito negro asustarse de ver su “rostro obscuro como el caimito, con el pelo en pequeñas motas apretadas” como le sucede al pobre Cocorí (p.9)."

Después magistralmente también, cuestiona el alegato de la Sala Constitucional sobre el libro. (Lo pueden leer en su facebook)... dice que se refiere mas al auror que al texto y eso no compete. 

 Y termina dicendo: "Finalmente, quiero referirme a algo que aprendí sobre mi propia persona y que no sabía y es que las personas negras somos hipersensibles y por tanto incapaces de juzgar nuestra propia situación histórica. Esto viene de algunos críticos académicos, que apelan al psicologismo, descalificando la opinión de los afrodescendientes sobre el tema, por haber sido discriminados. El mismo don Joaquín así lo señala al comentar el programa televisivo ya citado: “Hizo falta, además, alguien no negro, porque la discriminación hace difícil que todo discriminado escape totalmente a la distorsión que sufre”. Es decir, como fuimos discriminados somos “hipersensibles” al tema y podemos ser objetivos al hablar de la gente negra y sus relaciones con otros grupos. Sea que los costarricenses no pueden hablar de la colonia porque como fueron colonizados, son hipersensibles y no pueden tratar el tema con objetividad. Por lo visto, nadie le explicó eso a mi mentor Carlos Meléndez. ¡Caray! Descubrir ya grande y luego de tantos libros sobre el tema, que yo no puedo hablar de los afrodescendientes porque soy hipersensible al tema. Me hubiera dedicado a otra cosa, entonces. No sé por qué esta idea me recuerda aquel contertulio deportivo que casi mata de un infarto a Leonel Jiménez cuando afirmó que no era conveniente que nuestra selección jugara contra un equipo africano en Limón, porque los limonenses por su origen seguramente apoyarían a los africanos. En otras palabras, los cartagineses son hipersensibles con relación a los españoles porque Cartago fue la capital colonial y allí finalmente se declaró la independencia de España y por cierto, entonces, la Selección Española no podría jugar contra nuestra Selección en Cartago porque los cartagineses, por su origen, sin duda apoyarían al equipo español. ¿Razonamiento “galimateico” de un dirigente deportivo? ¿Existirá la falacia de Galimatías? Como colorario, cuando aprendía que mi conocimiento sobre el tema afrodescendiente me venía de ser “negro” y de haberme criado en Estrada y no de los miles de horas de quemada de pestaña estudiando el tema, de pronto me doy cuenta que por hipersensible al tema, no puedo opinar sobre ella. Y ahora sí quedé como moro sin señor. Entonces, a lo mejor, mis esfuerzos por lograr un país y un mundo con equidad, donde podamos construir todos a partir de nuestras herencias un legado común para nuestros hijos y nietos, me obligue a dedicarme más bien al estudio de la “blanquitud”.

"Pero bueno, en conclusión y en defensa de don Joaquín afirmo que Cocorí no tiene nada que ver con los negros limonenses y que el Caribe de la novela no tiene absolutamente nada que ver con el Caribe real. Toda la asociación que se ha fraguado entre la novela y los afrocaribeños limonenses o afrocaribeños reales, es inventada por algunos educadores, críticos literarios, periodistas y magistrados, porque el narrador de don Joaquín jamás dice que Cocorí es limonense ni relaciona al “negrito” con región o país alguno. ¡Vaya, vaya! ¿Me habrá llegado, como al pueblo de Cocorí, mi momento de algazara? En ese caso, me toca ahora romper en gritos y lanzar mi sombrero al aire. Después de todo, si una algazara es “vocería de moros”, como afirma la Real Academia, a lo mejor corre por mis venas la sangre de algún antepasado almorávido invasor de España. A lo mejor eso me quita lo hipersensible y me reivindique."