miércoles, 28 de mayo de 2014

Asopescadores invita: sábado 31 de mayo en la Casa de la Cultura

                      Sábado 31 de mayo del 2014 a las 9 am en la Casa de la Cultura: 

Inicio simbólico del proyecto combate del pez león mediante el uso de nasas especiales en el caribe iniciado por La Asociación de Pescadores Artesanales del Caribe Sur... 

Nos complace invitarles a este acto, al considerar que los temas tratados en el acto pueden ser de su interés.

El modelo de nasas pone a Costa Rica a la cabeza de la innovación tecnológica en la región para combatir la depredación del pez León en los ecosistemas marinos. La entrega simbólica de las nasas a los pescadores y pescadoras será realizada simbólicamente, en adelanto a la confección y entrega de material para las nasas a más de 70 pescadores y pescadoras de la zona.

·      Las nasas operan las 24 horas ajustándose al comportamiento de la especie: 
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     Operan a profundidades superiores a cualquier capacidad de buceo por parte de humanos en sitios que son preferidos por la especie.
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     En el Caribe Sur, la plataforma continental en Caribe Sur es corta y gana profundidad a poca distancia de la costa.
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L   Las nasas permiten un rango anual de extracción más alto que las barridas cercanas a la costa, que están limitadas por las condiciones climáticas.








Para más información escribir a APACS en asopescadores@gmail.com o llamar a 86678732 

jueves, 22 de mayo de 2014

Turismo cultural, una creación de las propias comunidades del Caribe Sur



María Suárez Toro,
Comunicaciones, Foro Caribe Sur
22/05/14

El “turismo cultural” que surgió hace mas de dos décadas en el Caribe Sur ha sido un atractivo que ha marcado profundamente los motivos por los cuales la gente de otros países y del resto de Costa Rica misma llega a la zona.

Es una, entre las vertientes del turismo mundial, que en el país encontró asidero con especial énfasis en las costas caribeñas del país.

No sucedió por casualidad. El Caribe Sur del país se caracteriza por ser una de las zonas mas diversas étnica y ecológicamente hablando. Y la resilencia histórica de la población a no dejarse llevar por la culturización occidentalizada ha sido reconocida por numerosas investigaciones.



Desde la década de los 70, los primeros turistas extranjeros y nacionales que llegaron a Puerto Viejo, Cahuita y los demás poblados, venían atraídos por las características culturales de una zona en la que uno de los aspectos que resaltaban de su cultura, además de su re silencia, fue la manera en que protegió el ambiente.

El Caribe Sur se caracteriza por tener una de las mas altas concentraciones de reservas naturales especiales, que van desde humedales, arrecifes, bosques, etc.

Fundadores y las fundadoras de la zona narraban, en el Homenaje que le hizo el Foro Caribe Sur el pasado 18 de agosto, 2013 en la Casa de la Cultura, que “gentes de otros países y de Costa Rica misma llegaban a pasear y no se querían ir: entonces nos pedían si podían dormir el los corredores de nuestras casas y lo que les gustaba era intercambiar con nosotros, nuestras comidas, nuestra historia nuestras comidas, etc.”, comentó ese día Doña Elena Spencer de Puerto Viejo. 

Y así siguieron las historias, una tras otra, acerca de lo que llamaba la atención a la gente que llegaba de otras latitudes.




En ese tiempo le llamaban turismo “mochilero” porque en su mayoría los turistas que llegaban venían de una procedencia sencilla o estudiantil, de moderados recursos, atraídos por la simpleza del vivir en la zona y las posibilidades de conocer y convivir esas culturas que habían hecho posible el paraíso que es el Caribe Sur.

Viendo aquella afluencia, los pobladores y pobladoras empezaron a desarrollar pequeños negocios para atenderlos, desde lugares para colocar tiendas de campaña, hasta cabinas y pequeños hoteles, restaurants, servicios de eco turismo, escuelas de lenguaje, etc.

Se podría decir, como lo ha explicado Edwin Patterson en ocasión de una  reunión del Foro Caribe Sur en Gandoca el 26 de agosto, 2013, que “las familias afro costarricenses que se quedaron en las costas cuando la crisis del cacao “sobrevivieron porque mandaron a sus jóvenes a trabajar en las bananeras u otras empresas agrícolas y porque eventualmente se adaptaron a recibir a los turistas que se interesaron por nuestra cultura en la zona.”

Ese turismo original, el “mochilero” cambió en la década de los 90 cuando empezó a llegar otro tipo de visitante mas “acomodado.”  Vino a pasear y descansar, pero  lo que no cambió fue que llegaban tras lo mismo: la posibilidad de disfrutar de las características de la zona y de su gente, su pluriculturalidad y su multietnicidad, que le ha dado a Costa Rica la mas intensa concentración de diversidad que conoce el país hasta el momento.




A finales de los 90, mientras el resto de las costas del país fueron demarcadas por los gobiernos de turno para el turismo corporativo de “descanso, bacanales  y aislamiento” que creó los grandes hoteles, marinas y complejos  de mansiones separados lo mas posible de los poblados, pero bien cerca del mar, en la Caribe Sur, ese tipo de turismo  ni siquiera de acercó a las costas.

Unos dicen que eso se debió al racismo de la publicidad del Instituto de Turismos que orientaba a los extranjeros y el turismo nacional hacía el Pacífico y a no ir al Caribe.

Otros sostienen que se debió a que en el Caribe no había las grandes extensiones de tierra costera a comprar, bien para especulación o para ese tipo de “desarrollo” que experimentó el Pacífico.

Una tercera explicación es que la zona estaba poblada de gente que tenía sus raíces bien asentadas en su historia, una zona en la que la tenencia de la tierra estaba marcada por medianamente grandes propiedades en la costa, combinada con extensiones de tierra en la montaña de acuerdo a lo que cada familia podía sembrar.



Recuerdo bien la diferencia entre el Caribe y Guanacaste porque cuando llegue a este país en 1974 y por mi afición a la pesca, recorrí y conocí todas las costas del país. En Guanacaste podía caminar días enteros sin encontrar población, hasta que me topaba eventualmente con los pequeños poblados de pescadores. Los pies de frondosas montañas inhóspitas llegaban caso hasta el mar.

En cambio en el Caribe, una caminaba más de una o dos horas para encontrar los pescadores, sus casas pegadas a la playa y sus poblados.

Me contaba Cubalí en aquella época que el Caribe Sur había sido poblado así  porque cuando llegaban de otras islas o países a instalarse en allí, la manera de asignar los lugares era colocándose (el que ocupaba un terreno) en la playa frente a su casita y desde ahí miraba hacia la derecha o la izquierda (en dirección en la que se le asignaría el terreno al nuevo ocupante) y le decían al recién llegado que agarrara la tierra desde el punto donde ya no podía verlo desde su casita. De ahí en adelante, ese sería el terreno del nuevo habitante. Y así sucesivamente, cada uno con la cantidad de tierra costera que podía ver con su mirada a ambos lados desde su casita.

La distribución de la tenencia de la tierra también tenía una lógica de producción agrícola para la subsistencia que tenía que ver con las montañas más cercanas a la costa. Cada quién tenia su terreno en la playa, lugar de vivienda y desde dónde salía a pescar. Y tenía otro pedazo en la montaña detrás del mar, donde sembraban.
Esa cultura ambiental ha marcado, no solo la tenencia de la tierra, sino la protección de ambiente que ha caracterizado la historia de la zona y por ende, su forma de responder al nuevo contexto desde su propia cultura.
                       Surgen organizaciones desde la cultura del Caribe Sur
Y el pueblo se organizó para ello. La ATEC (Asociación Talamanqueña de Ecoturismo y Conservación), una verdadera organización no gubernamental comunitaria, porque nació de la gente, se formó en el 1990 con una idea muy clara de la comunidad:  Mostrar, desde el inicio de la llegada de turistas, que es la gente local, con su propio conocimiento cultural de la naturaleza ligado a su historia afro y indígena, quienes debían que ser los protagonistas en la oferta al visitante. 

Fueron los guías en el bosque y mar, en giras al territorio indígena KeköLdi y fueron los anfitriones en sus cabinas o hoteles familiares, fueron las chefs y saloneros en las sodas o restaurantes típicos que crearon o adaptaron.

Entrenaron guías locales para llevar los visitantes a sus fincas para sostenerlas con el aporte de las visitas del ecoturismo, llevaron a los turistas a pescar y disfrutar de la vida marina e inspiraron a las mejores cocineras caribeñas y indígenas para ofrecer sus platos típicos en los corredores de sus casas, etc.

ATEC ha sido la organización comunitaria pioneros en brindar asistencia técnica a los pobladores y pobladoras y fortalecer  la idea original e inusual de turismo cultural en aquel tiempo.



Era tan inusual que cuando Mauricio,  en su calidad de presidente de ATEC los primeros 8 años, dio una charla en la I Conferencia International de Ecoturismo en Miami, Florida en Estados Unidos  sobre lo que ATEC pensaba que es realmente 'ecoturismo', ocasionó  todo una revolución en el evento.

Una de las primeras turistas en quedarse a vivir, atraída por la cultura de la comunidad es Kiana ("colcha") Berthel de Austria, quien llegó hace 32 años. Dijo al Foro Caribe Sur que a ella le llamó la atención fue "esa tremenda naturaleza en la que el mar se une con el bosque y que todavía era bastante virgen e intacta y me llamó la atención la gente indígenas y afro costarricense  viviendo en armonía con ella." 


Añadió que la gente sabía mucho sobre las plantas y los animales y, por la convivencia, sabia cómo usarla sin explotarla o destruirla.   El sentido de comunidad también le llamó la atención los bailes en los que no había separación étnica o etérea para la diversión, El sentido de comunidad, baile entre tod@s con tod@s los fines de semana no importa el color de piel o la edad, los velorios con sus rituales, la forma de compartir la historia y en gran conocimiento del entorno. 

"Me dí cuenta del Caribe Sur porque, mirando el mapa Puerto Viejo, me di cuenta que era el fín de la carretera (si uno pudo llamarlo así porque era mas bien como una trocha con lastre en aquél tiempo) y tenía la ídea de que era como ir al fin, donde ya uno no puede ir más, y esa curiosidad me llevó hasta ese pueblito. Otros mochiler@s me habían hablado de Cahuita, que era en aquel tiempo como un 'hot tip', el nuevo 'descubrimiento' entre los viajeros, pero los mas fiesteros. Yo quería conocer la vida verdadera de los pobladores, y como mochilera antropologa, encontrar los indígenas que la gente en la capital me habían dicho que no existían en Costa Rica. En la capital mucha gente  se creían muy 'civilizados' como para tener todavía 'salvajes' en el país. Tuve la sospecha que estarían en el rincón más olvidado del país y por eso me fu¡ a buscar el final de la trocha que iba de Limón hasta terminar en Puerto Viejo. 

¿Qué me motivó de quedarme? Aparte de enamorarme de Mauricio, me enamoré de esa tremenda naturaleza y me fascinó la forma de vivir de la gente. Me quedé porque quería aprender de ell@s y vivir como ell@s.


En Cahuita la Asociación Integral de Desarrollo y la comunidad, en una negociación con el gobierno, creó un sistema de comanejo del Parque Nacional Cahuita que desde finales de los 80 le ha permitido a los pobladores y pobladores del lugar continuar siendo los guías turísticos, los protagonistas de la defensa del Parque y por ende del intercambio con la gente que lo vivista. Cuando la comunidad participa desde su cultura, puede haber conservación y así la cultura se siguen desarrollando. 

Una de ellas es Norma Cunningham, una maestra pensionada que desarrolla desde el Comité de Comanejo, un programa educativo en escuelas e instituciones para la capacitación en la conservación ambiental. "Me encanta continuar esa labor educativa que hice siempre, pero ahora en en el campo ambiental, porque la naturaleza fue siempre una escuela para nosotros" dijo en entrevista con el Foro Caribe Sur.

En Manzanillo recientemente, el grupo Mujeres Emprendedoras de Manzanillo, compuesto por unas 12 mujeres de la comunidad, es la que hasta hace poco logró administrar la limpieza de las playas en una forma reconocida por todos. Su ausencia en la más reciente Semana Santa del 2014 se hizo evidente. Cuando la cultura de aseo que han creado las mujeres en su vida cotidiana es la que impera en lo público también, las cosas cambian. No han participado solamente en la limpieza, sino que con el Ministerio de Cultura y otras instancias recuperaron con la niñez del pueblo las tradiciones que se van perdiendo en la nueva generación. Desde la danza del Palo de Mayo hasta las comidas afro caribeñas, niñas y niños participan de su historia. Ver video de Palo de Mayo en Manzanillo en http://www.youtube.com/watch?v=jgqxvUqwmsM&feature=youtu.be

Una de ellas es Aida Dossman. Dijo en esa ocasión al Foro Caribe Sur que "recuperar las tradiciones culturales es muy importante porque so las raíces del pueblo y las nuevas generaciones tiene que saber de dónde vienen."


En Gandoca, desde hace dos décadas, es la comunidad la que se ha organizado y capacitado para armonizar su propio desarrollo con la conservación de las tortugas y la laguna. Es una relación tan simbiótica que Gandoca no se puede imaginar a sí misma sin ellas. Cuando la cultura ambiental se combina acertadamente con la economía de una comunidad, las cosas pueden prosperar.

Uno de sus líderes es Neftalí Velázquez, operador turístico que ayuda a su comunidad a captar turistas que llegan a Puerto Viejo para que también visiten Gandoca. Ver entrevista con el Foro Caribe Sur en: http://forocaribesur.blogspot.com/2013/08/serie-conozca-los-voceros-del-foro.html

En el Caribe Sur en general, los pescadores y pescadoras se ha organizado en una asociación – la Asociación de Pescadores Artesanales del Caribe Sur – que, rescatando la cultura milenaria de la pesca, lucha por mejoras en las condiciones de vida de los pescadores y sus familia a la vez que promueve la protección de los mares y las costas, una cultura que se ha tenido que rescatar.

Uno de ellos es Julio Ugalde, pescador, constructor, productor agrícola y ebanista que nació en Guápiles pero se ha criado en el Caribe Sur. "A mi me gusta vivir aquí porque soy libre, ya que aquí puedo generar mis propias fuentes de empleo y no tener que trabajar para nadie. El mar es mi libertad. Cada época del algo hago algo diferente: cuando el mar está malo como para salir a pescar, hago construcción y muebles, y siempre siembro con mis padres. Hasta ahora no me ha ido mal con toda esa combinación, he podido darle escuela, casa, salud y alimentación a mi esposa y mis dos hijas."  El Caribe Sur se caracteriza, no sol por su diversidad ecológica y étnica, sino por la diversidad que en la producción para la sobrevivencia ha implementado su gente.




Además, una cultura de agricultura orgánica ha nacido en a zona, la cual ya cuenta con una Feria semanal y varías fincas y centros de distribución de productos saludables y hasta santuarios de semillas autóctonas de la zona.

Una de ellas, entre las más antiguas es la Finca Punta Mona de Steven y Sara. Don Adolfo Sanarusia de Gandoca es uno de los mas agricultores que labora allí desde hace mas de una década. "Aquí hemos combinado lo que aprendimos de nuestro antepasados los agricultores de la zona con los conocimientos de steven y la gente que viene de otros países a cooperar en la Finca. Hay cosas que el MINAET no entiende, pero yo lo que le pido es que nos dejen trabajar, ¡que estamos haciendo un aporte importante!" La colaboración y el aprendizaje recíproco intercultural es para de lo que la gente que llega al Caribe Sur busca.




La Casa de la Cultura en Puerto Viejo, un local que fue creado por el esfuerzo de la comunidad conjuntamente con Marcus Garvey hace mas de un siglo es un centro de expresión de las culturas de la zona. Solo un pueblo que aprecia sus culturas puede haber creado y mantenido una Casa como esa.



Igualmente, con todo y la polémica que se ha desatado acerca de su contribución a la cultura de la zona, los "chinamos" de la Zona Marítimo Terrestre en Puerto Viejo son parte del folklore del lugar. Se dice que es que venden productos culturales que no son propias de la zona. ¡En una zona donde actualmente convive gente mas de 50 países, desde África hasta Asia, pasando por Europa y otras latitudes y longitudes, rechazar esas otras expresiones culturales es una mala excusa! Si el gobierno y la municipalidad, en lugar de rechazarlos, los ayudan a crecer y capacitarse y les brindan mejores instalaciones, la gente que vive de hacer y revender productos cultuales podría desarrollarse mejor.onjuntamente con Marcus Garvey hjo u contribuci que fue creado por el esfuerzo de la comunidad conjuntamente con Marcus Garvey h



                                  El nuevo siglo ha traído nuevos retos 

En el marco de la crisis mundial y su impacto en las tendencias del turismo,  el fracaso de la política del Instituto Costarricense del Turismo (ICT) para el Guanacaste en el Pacífico hace pensar que para el país, seguirle el pulso a las tendencias corporativas mundiales sin pasarlas por el colador de nuestras propias realidades y construcciones culturales, no es necesariamente la mejor forma de sostener y crecer.

Basta recorrer nuevamente Guanacaste y otras zonas del Pacífico para palpar la gran cantidad de edificios en gris sin terminar y los daños al ambiente, además del desplazamiento de muchas de las comunidades que en esos lugares  vivían.  Los bellos hoteles vacíos que se ven allí, en lugares dónde se secaron humedales y se mató flora y fauna.

Se puede decir, sin temor a equivocarse, que los que sobreviven son los hoteles de las grandes cadenas mundiales, precisamente lo que más aíslan a la población local para poder interactuar o vender su productos del mar, la tierra y su cultura.

Las comunidades que hasta ahora han sobrevivido en el Pacífico son las comunidades que han preservado su cultura de la pesca, la siembra y la confección artesanal. Las que fueron despojadas de ello no sobrevivieron.

Como resultado del fracaso de la política turística anterior en el Pacífico, hasta las autoridades gubernamentales buscan cambiar la oferta turística para atraer el turismo nuevamente al país.  

Una oferta que se abre espacio en el país es la que ya conocemos por las de dos o tres décadas en el Caribe Sur: el “turismo cultural”. 


Una “nueva” tendencia para un Estado que se acostumbró a invisiblizar, desconocer y no divulgar las experiencias del Caribe Sur. Una tendencia que ahora escucha por su fracaso en las políticas anteriores en el Pacífico. Una tendencia que ahora escucha porque viene de las corporaciones turísticas que buscan nuevos mercados.

La Feria Expotur, realizada en el Hotel Herradura recientemente entre el 27-28 de abril, 2014 es un ejemplo. El evento apeló más al turismo cultural para atraer visitantes extranjeros al país, que a otros tipos de turismo. El turismo cultural fue sin duda alguna el común denominador en la Feria.



Según los datos de la Asociación Costarricense de Profesionales en Turismo (Acoprot), 134 empresas de las 270 que expusieron este año, incluyeron experiencias de este tipo como parte de su abanico de opciones.  Gabriela Belan, de la agencia Encore Productions Inc., de Estados Unidos, indicó que busca diversidad en este tipo de turismo porque su público se enfoca en las actividades culturales. (La Nación, 22/05/14)



                        El Caribe Sur en esa “nueva” tendencia internacional

El Caribe Sur tiene una gran delantera en esa vertiente del turismo y su población se sigue organizando para continuar desarrollándola.  

Pero su experiencia de décadas estriba en que sabe ya, por experiencia propia y de muchos años, que no se trata de convertir la cultura y los ecosistemas en una mercancía desprovista de su contexto, su historia y su lucha por sus derechos.

Como bien dijo Glenda Halgarson en una actividad con la Defensoría de los Habitantes el 9 de diciembre, 2013 en la Casa de la Cultura, “sin tierra no hay cultura y por eso la lucha por los derechos históricos es parte de la afirmación de la cultura.”



La respuesta para el Caribe Sur tiene necesariamente que ser una respuesta integral y que nazca del diálogo de la población del Caribe Sur con el gobierno y las instituciones.

Hoy día, Costa Rica no se puede dar el lujo de perder la oportunidad de al fin, aprender del Caribe Sur en un área donde su población es la que tiene mas experiencia.

Y no se puede dar el lujo de volver a fracasar en una política turística equivocada, porque habrá destruido una de las zonas por las que mas reconocimiento tiene en el mundo.

¿Cómo se expresa la diferencia entre el “turismo  cultural· del Caribe Sur y el de mentalidad corporativa?

El turismo cultural de mentalidad corporativo busca escoger “productos” culturales, descartando su entorno y desechando expresiones culturales que supuestamente a ese turismo no le interesa, a pesar de que históricamente todas las expresiones cómos conjunto, marcan la cultura de una zona. Dicho de otra forma, el turismo corporativo transforma la cultura de la zona para que le sea potable al turista, despojándola de sus orígenes, su historia y su entorno. En otros palabras, convierte la cultura en una simple mercancía. Para ello empieza con la creación de una “marca”, a pesar de la diversidad de ofertas que caracteriza una cultura multiétnica y pluricultural.

El turismo cultural autóctono le presenta al turismo lo que es, lo que tiene y lo que hace y cómo lo ha logrado, para desarrollarlo y compartirlo. 

Su “marca” puede ser lo mismo un sello que un ícono, que una palabra, no las características de la mercancía en sí, que puede seguir siendo ser variada.

El turismo cultural de mentalidad corporativa encasilla toda expresión en una marca, despreciando lo que no cabe en ella, aunque sea parte de la forma de vida de un pueblo.

El turismo cultural autóctono no compartimentaliza las expresiones culturales, sino que las integra y ve en todas las expresiones, una oportunidad de compartir capacitando para crecer.

La mayor experiencia que el Caribe Sur ha acumulado en este periodo de crisis financiera mundial es que le ha mostrado al resto del los territorios costeros en estos años que lo propio, pequeño y sencillo se sostiene, aún en crisis, muchas veces mejor que lo grande, complejo y ajeno.

Un ejemplo: Mientas los grande complejos hoteleros del Pacífico se vaciaron y lanzaron al desempleo a la población cercana que se vio forzada a laborar en ellos cuando sus propias fuentes de vida y trabajo fueron destruidas, en el Caribe Sur los niveles de empleo superaron el promedio nacional. Apenas el 3.1% de la PEA está desocupada (la mitad del índice nacional) (Fuente: Censo Nacional de Población, Inec 2000).

Aunque el dato es del 2000, la tendencia no debe haber cambiado mucho, porque lo que caracteriza la dinámica laboral en el Caribe Sur es que la mayoría de la población es auto empleada en sus propios negocios.

Los tres grandes hoteles que se construyeron el la zona fracasaron, pero sus empleados sobrevivieron porque nunca dejaron de laborar paralelamente en sus negocios propios.

Es el caso, por ejemplo, de Bacó en Manzanillo que trabajaba de vigilante en uno de esos hoteles pero paralelamente llevaba turistas a pescar. Al cerrarse el hotel donde trabajaba, continuó desarrollando su negocio propio, llevando gente de Manzanillo ya Punta mona y haciendo tours de pesca.

Como ello hay cientos de ejemplos mas que nos deben poner a pensar como organizarnos para que las comunidades puedan ser escuchadas con su experticia en el turismo cultural, para no caer presas de la tendencia corporativista, para poder sortear las crisis creciendo y desarrollando lo propio en el intercambio.

Al sistema de turismo corporativo no se le puede pedir que defienda y promueva valores que no tiene. Su misión es hacer plata y hay cosas en la vida que el dinero no puede garantizar, ni puede valorar, ni puede comprar.

¿Qué precio se le puede poner  a la preservación de las culturas milenarias como las que conviven en el Caribe Sur? ¿Qué costo  pagaría  una sociedad por permitir que sus expresiones culturales sean destruidas por cosificarla en mercancía?

¿Qué precio se le puede poner a la preservación del entorno natural que es el territorio de esas culturas, forjado durante siglos de cultura de preservación? ¿Qué costo pagaría una sociedad por permitir que se destruya irreversiblemente?

¿Qué precio se le pondría a toda la gente que ha hecho eso posible? ¿Qué costo pagaría el resto?

¿A quiénes les venderíamos una cultura cosificada, sin alma, sin historia, sin corporalidad? Ese precio solo lo pagan los que viene por los recursos naturales sin importarle la gente.  ¿Es eso lo que queremos?

Las condiciones están dadas para dialogar con autoridades y ente la comunidad misma para que esas experiencias y ofertas sean valoradas y convertidas en política para la zona. ¡Lo contrario es un precio que no se puede pagar!