miércoles, 16 de julio de 2014

2 do de la serie:
Aportamos alimentos, aportamos conocimientos


Doña Grace Jiménez, pescadora en las dos aguas
(dulce y salada)

María Suárez Toro,
15 de julio, 2014

Aprendí a pescar desde bien pequeña con mi padre en el estero que se formaba entre los ríos Chirripó y Matina entre Estada y Matina en Limón.

Todos sus seis hijos pescábamos con él, no importando si éramos hombres o mujeres, aunque mi madre nunca pescó. Ella decía que éramos “pescadores de agua dulce”, un dicho que minimiza la pesca de rio porque la de mar es mas pesada.

Claro que pesa mas, el sol en la cara, el tiempo y las olas, mientras que en el rio y los esteros una se puede poner a pescar bajo la sombra de un árbol.  Y los “botes” pueden ser más simples. Por ejemplo, mi padre nos hacía barcas con cuatro tucas de plátano que flotan y son suaves.  Les pasaba una varilla, la amarraba con mecate y allá íbamos flotando por todo aquel estero con el equipo de pesca y la carnada, guiados por una tabla que era el remo. 

Pescábamos con unos palitos que tenían una cuerda amarrada a la punta, un anzuelo y lombrices de carnada. Hasta el día de hoy les tengo asco, pero mi padre me la ponía en el anzuelo.  Agarrábamos mojarras, guapotes y guavainas. Llegábamos a la casa con la gran sarta de peces para comer. En esos tiempos era abundante la pesca.

De estatura baja, es delgada y delicada pero muy decidida.  Dice que al mar hay que tenerle respeto, pero no miedo.
                   
Doña Grace Jiménez,
Foto Margaret Thompson


Cuando fui a vivir a Puerto Viejo, ya casada y con cinco de mis seis hijos,  aprendí a pescar en el mar.  El sol me hace daño, pero me encanta pescar en el mar también, tato así que a veces me llevo una sombrilla para que me haga sombra.

Al tiempo compramos un botecito, primero con remos y luego con un motor pequeño. Aquí en el Caribe Sur le llaman “La vainica” porque es verde, larga y pequeña, igual que una vaina de frijoles.  




La vainica en Punta Uva,
foto María Suarez Toro

La aventura del pez mas grande fue un pargo rojo de 9 kilos que le promotí a mi papá una vez que compró una sartén y dijo que la quería estrenar con una gran pescado. Se lo voy a buscar, le dije yo, caminando hacia el estero.  Y así fue que se lo traje.

La mas emocionante la tuve recientemente, hace unos dos años. Era un graaaaaaan sábalo de metro y medio, allá en Punta Mona.  Me sacó canas porque “lo jugué” una hora enterita, hasta que, ya cansando, dio media vuelta alrededor del bote y cortó el hilo con la hélice del motor.   Y es que de la emoción, a mi marido se le había olvidado subir la pata del motor. He pescado muchos peces en esta vida, pero ese fue el más grande y no lo pude sacar.

No he visto los peces león en el agua porque no buceo, pero los he cocinado en ceviche hasta para toda la Comisión Nacional de pez León en mi casa en Cocles y para una publicidad de la Asociación. Es una carne suave, rica para cocinar y rica para comer. A la gente le encanta en ceviche.

Soy vocal de la Asociación de Pescadores Artesanales del Caribe Sur porque hay que apoyar a los pescadores. La pesca es una forma de vida muy bonita porque se vive y se trabaja independiente aunque hay mucha gente alrededor.


 Mientras ella pesca, su hijo Julio saca langosta, 
Foto María Suarez Toro


Lo malo de la pesca es que a pesar de la ilusión con que se sale cada día, hay veces que se regresa sin nada. ¡Ni modo, una sigue tratando siempre porque la ilusión nunca se pierde!