Puerto Viejo me dueles
María Suárez Toro,
Un pueblo no desaparece de un mapa
cuando la sala constitucional de su país
cuando la sala constitucional de su país
lo declara inexistente,
como le pasó a Puerto Viejo
con su Ley Especial de 1935
en el desatinado salacuartazo del 2005
en el desatinado salacuartazo del 2005
que lo aisló del acceso a la justicia
en su derecho a la tierra.
Unas nuevas leyes no borran un pueblo
cuando inconstitucionalmente lo someten
a criterios de calidad de aptitud
turística
para poder permanecer o no,
en el lugar que vio nacer ese pueblo de
gente.
Esa gente que parió con su propia
historia,
ese preciso lugar que le ha dado su vida propia.
Un pueblo costero que ha vivido mirando
del mar,
no es un pueblo que ha cuidado los mares
del Caribe Sur,
solamente para que otros se vengan a
bañar en él.
Es un pueblo que ha sabido que todas
sus formas históricas de sustento,
incluyendo las de la pesca ancestral
que ha sobrevivido todos los malos
tiempos de su historia
y los buenos tiempo que le han permitido
sobrevivir.
Un pueblo que ha sabido compartirlo en
paz
con quienes han llegado después,
con quienes han llegado después,
reconociéndolo y respetándolo para
convivir.
Un pueblo desaparece sólo cuando se deja.
Cuando deja de ser pueblo,
permitiendo que le metan proyectos como el más reciente:
un tubo bajo del agua cristalina de Playa
Negra,
que se lleve toda la caca de Puerto Viejo
al mar
bajo premisas de que la caca no se
devolverá a las costas.
Ese mar que sabemos que nos ha devuelto
todo siempre:
los botes perdidos cuando se extraviaban
en el mar,
los barriles de canfín y otros productos
que botaban las olas,
cuando todo había que irlos a comprar a
Limón.
O los tristes cadáveres de nuestros
desaparecidos en el mar.
Y los peces y tortugas, asesinados por la
contaminación ambiental.
Y hasta lo sueños de los que se fueron
en busca de mejor vida en otro lugar
y regresaron porque allá no había vida
para ellos.
Un pueblo desaparece sólo cuando se deja.
Cuando deja que los pequeños y
depredadores peces León
y sus aliados que ni se molestaron en hacer tanques cépticos,
y sus aliados que ni se molestaron en hacer tanques cépticos,
les coman sus sistemas marinos, sin hacer
nada para detenerlos.
Un pueblo desaparece sólo cuando se deja.
Cuando deja de luchar por lo que es suyo
históricamente,
dejándose
llevar por las corrientes depredadoras
de un mercantilismo de la modernidad,
que le ofrece migajas de “seguridad”
económica,
cuando él mismo es el que lo ha
empobrecido.
Que le ofrece nuevas cuentas de vidrio,
mientras las propias arcas de banco de
los leones,
se llenan de plata ajena.
Un pueblo desaparece sólo cuando se deja.
Cuando deja que el resto del país y del
mundo que lo ha visitado,
se desentienda de su corresponsabilidad
de cuidarlo.
Puerto Viejo, me dueles.
Me duele tu dolor y me duele la desgracia.
¿Te habrás dejado arrastrar
por una corriente sin horizonte y sin
playa,
que te va a desaparecer sin que te hayas dado cuenta?
La hora de izar velas para marcar tu
propio rumbo es ya,
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