María Suárez Toro,
Comunicaciones, Foro Caribe Sur
22/05/14
El “turismo cultural” que surgió hace mas de dos décadas en el Caribe Sur
ha sido un atractivo que ha marcado profundamente los motivos por los cuales la
gente de otros países y del resto de Costa Rica misma llega a la zona.
Es una, entre las vertientes del turismo mundial, que en el país encontró
asidero con especial énfasis en las costas caribeñas del país.
No sucedió por casualidad. El Caribe Sur del país se caracteriza por ser
una de las zonas mas diversas étnica y ecológicamente hablando. Y la resilencia
histórica de la población a no dejarse llevar por la culturización occidentalizada ha sido reconocida por numerosas investigaciones.
Desde la década de los 70, los primeros turistas extranjeros y nacionales
que llegaron a Puerto Viejo, Cahuita y los demás poblados, venían atraídos por las características
culturales de una zona en la que uno de los aspectos que resaltaban de su
cultura, además de su re silencia, fue la manera en que protegió el ambiente.
El Caribe Sur se caracteriza por tener una de las mas altas
concentraciones de reservas naturales especiales, que van desde humedales, arrecifes,
bosques, etc.
Fundadores y las fundadoras de la zona narraban, en el Homenaje que le
hizo el Foro Caribe Sur el pasado 18 de agosto, 2013 en la Casa de la Cultura,
que “gentes de otros países y de Costa Rica misma llegaban a pasear y no se
querían ir: entonces nos pedían si podían dormir el los corredores de nuestras
casas y lo que les gustaba era intercambiar con nosotros, nuestras comidas,
nuestra historia nuestras comidas, etc.”, comentó ese día Doña Elena Spencer de
Puerto Viejo.
Y así siguieron las historias, una tras otra, acerca de lo que llamaba la
atención a la gente que llegaba de otras latitudes.
En ese tiempo le llamaban turismo “mochilero” porque en su mayoría los
turistas que llegaban venían de una procedencia sencilla o estudiantil, de
moderados recursos, atraídos por la simpleza del vivir en la zona y las posibilidades
de conocer y convivir esas culturas que habían hecho posible el paraíso que es
el Caribe Sur.
Viendo aquella afluencia, los pobladores y pobladoras empezaron a
desarrollar pequeños negocios para atenderlos, desde lugares para colocar
tiendas de campaña, hasta cabinas y pequeños hoteles, restaurants, servicios de
eco turismo, escuelas de lenguaje, etc.
Se podría decir, como lo ha explicado Edwin Patterson en ocasión de una reunión del Foro Caribe Sur en Gandoca el 26
de agosto, 2013, que “las familias afro costarricenses que se quedaron en las
costas cuando la crisis del cacao “sobrevivieron porque mandaron a sus jóvenes
a trabajar en las bananeras u otras empresas agrícolas y porque eventualmente
se adaptaron a recibir a los turistas que se interesaron por nuestra cultura en
la zona.”
Ese turismo original, el “mochilero” cambió en la década de los 90 cuando
empezó a llegar otro tipo de visitante mas “acomodado.” Vino a pasear y descansar, pero lo que no cambió fue que llegaban tras lo
mismo: la posibilidad de disfrutar de las características de la zona y de su
gente, su pluriculturalidad y su multietnicidad, que le ha dado a Costa Rica la
mas intensa concentración de diversidad que conoce el país hasta el momento.
A finales de los 90, mientras el resto de las costas del país fueron
demarcadas por los gobiernos de turno para el turismo corporativo de “descanso,
bacanales y aislamiento” que creó los grandes
hoteles, marinas y complejos de
mansiones separados lo mas posible de los poblados, pero bien cerca del mar, en
la Caribe Sur, ese tipo de turismo ni
siquiera de acercó a las costas.
Unos dicen que eso se debió al racismo de la publicidad del Instituto de
Turismos que orientaba a los extranjeros y el turismo nacional hacía el
Pacífico y a no ir al Caribe.
Otros sostienen que se debió a que en el Caribe no había las grandes
extensiones de tierra costera a comprar, bien para especulación o para ese tipo
de “desarrollo” que experimentó el Pacífico.
Una tercera explicación es que la zona estaba poblada de gente que tenía
sus raíces bien asentadas en su historia, una zona en la que la tenencia de la
tierra estaba marcada por medianamente grandes propiedades en la costa,
combinada con extensiones de tierra en la montaña de acuerdo a lo que cada
familia podía sembrar.
Recuerdo bien la diferencia entre el Caribe y Guanacaste porque cuando
llegue a este país en 1974 y por mi afición a la pesca, recorrí y conocí todas
las costas del país. En Guanacaste podía caminar días enteros sin encontrar
población, hasta que me topaba eventualmente con los pequeños poblados de
pescadores. Los pies de frondosas montañas inhóspitas llegaban caso hasta el
mar.
En cambio en el Caribe, una caminaba más de una o dos horas para
encontrar los pescadores, sus casas pegadas a la playa y sus poblados.
Me contaba Cubalí en aquella época que el Caribe Sur había
sido poblado así porque cuando llegaban
de otras islas o países a instalarse en allí, la manera de asignar los lugares
era colocándose (el que ocupaba un terreno) en la playa frente a su casita y
desde ahí miraba hacia la derecha o la izquierda (en dirección en la que se le
asignaría el terreno al nuevo ocupante) y le decían al recién llegado que
agarrara la tierra desde el punto donde ya no podía verlo desde su casita. De
ahí en adelante, ese sería el terreno del nuevo habitante. Y así sucesivamente,
cada uno con la cantidad de tierra costera que podía ver con su mirada a ambos
lados desde su casita.
La
distribución de la tenencia de la tierra también tenía una lógica de producción
agrícola para la subsistencia que tenía que ver con las montañas más cercanas a
la costa. Cada quién tenia su terreno en la playa, lugar de vivienda y desde
dónde salía a pescar. Y tenía otro pedazo en la montaña detrás del mar, donde
sembraban.
Esa
cultura ambiental ha marcado, no solo la tenencia de la tierra, sino la
protección de ambiente que ha caracterizado la historia de la zona y por ende,
su forma de responder al nuevo contexto desde su propia cultura.
Surgen organizaciones
desde la cultura del Caribe Sur
Y el
pueblo se organizó para ello. La ATEC (Asociación Talamanqueña de Ecoturismo y
Conservación), una verdadera organización no gubernamental comunitaria, porque
nació de la gente, se formó en el 1990 con una idea muy clara de la
comunidad: Mostrar, desde el inicio de
la llegada de turistas, que es la gente local, con su propio conocimiento
cultural de la naturaleza ligado a su historia afro y indígena, quienes debían
que ser los protagonistas en la oferta al visitante.
Fueron
los guías en el bosque y mar, en giras al territorio indígena KeköLdi y fueron
los anfitriones en sus cabinas o hoteles familiares, fueron las chefs y
saloneros en las sodas o restaurantes típicos que crearon o adaptaron.
Entrenaron
guías locales para llevar los visitantes a sus fincas para sostenerlas con el
aporte de las visitas del ecoturismo, llevaron a los turistas a pescar y disfrutar
de la vida marina e inspiraron a las mejores cocineras caribeñas y indígenas
para ofrecer sus platos típicos en los corredores de sus casas, etc.
ATEC ha
sido la organización comunitaria pioneros en brindar asistencia técnica a los
pobladores y pobladoras y fortalecer la
idea original e inusual de turismo cultural en aquel tiempo.
Era tan
inusual que cuando Mauricio, en su
calidad de presidente de ATEC los primeros 8 años, dio una charla en la I
Conferencia International de Ecoturismo en Miami, Florida en Estados
Unidos sobre lo que ATEC pensaba que es
realmente 'ecoturismo', ocasionó todo
una revolución en el evento.
Una de las primeras turistas en quedarse a vivir, atraída por la cultura de la comunidad es Kiana ("colcha") Berthel de Austria, quien llegó hace 32 años. Dijo al Foro Caribe Sur que a ella le llamó la atención fue "esa tremenda naturaleza en la que el mar se une con el bosque y que todavía era bastante virgen e intacta y me llamó la atención la gente indígenas y afro costarricense viviendo en armonía con ella."
Añadió que la gente sabía mucho sobre las plantas y los animales y, por la convivencia, sabia cómo usarla sin explotarla o destruirla. El sentido de comunidad también le llamó la atención los bailes en los que no había separación étnica o etérea para la diversión, El sentido de comunidad, baile entre tod@s con tod@s los fines de semana no importa el color de piel o la edad, los velorios con sus rituales, la forma de compartir la historia y en gran conocimiento del entorno.
"Me dí cuenta del Caribe Sur porque, mirando el mapa Puerto Viejo, me di cuenta que era el fín de la carretera (si uno pudo llamarlo así porque era mas bien como una trocha con lastre en aquél tiempo) y tenía la ídea de que era como ir al fin, donde ya uno no puede ir más, y esa curiosidad me llevó hasta ese pueblito. Otros mochiler@s me habían hablado de Cahuita, que era en aquel tiempo como un 'hot tip', el nuevo 'descubrimiento' entre los viajeros, pero los mas fiesteros. Yo quería conocer la vida verdadera de los pobladores, y como mochilera antropologa, encontrar los indígenas que la gente en la capital me habían dicho que no existían en Costa Rica. En la capital mucha gente se creían muy 'civilizados' como para tener todavía 'salvajes' en el país. Tuve la sospecha que estarían en el rincón más olvidado del país y por eso me fu¡ a buscar el final de la trocha que iba de Limón hasta terminar en Puerto Viejo.
¿Qué me motivó de quedarme? Aparte de enamorarme de Mauricio, me enamoré de esa tremenda naturaleza y me fascinó la forma de vivir de la gente. Me quedé porque quería aprender de ell@s y vivir como ell@s.
En Cahuita la Asociación Integral de Desarrollo y la comunidad, en una
negociación con el gobierno, creó un sistema de comanejo del Parque Nacional
Cahuita que desde finales de los 80 le ha
permitido a los pobladores y pobladores del lugar continuar siendo los guías
turísticos, los protagonistas de la defensa del Parque y por ende del
intercambio con la gente que lo vivista. Cuando la comunidad participa desde su
cultura, puede haber conservación y así la cultura se siguen desarrollando.
Una de ellas es Norma Cunningham, una maestra pensionada que desarrolla
desde el Comité de Comanejo, un programa educativo en escuelas e instituciones
para la capacitación en la conservación ambiental. "Me encanta continuar esa labor educativa que hice siempre, pero ahora en en el campo ambiental, porque la naturaleza fue siempre una escuela para nosotros" dijo en entrevista con el Foro Caribe Sur.
En Manzanillo recientemente, el grupo Mujeres Emprendedoras de
Manzanillo, compuesto por unas 12 mujeres de la comunidad, es la que hasta hace
poco logró administrar la limpieza de las playas en una forma reconocida por
todos. Su ausencia en la más reciente Semana Santa del 2014 se hizo evidente. Cuando la cultura de aseo que han creado las mujeres en su vida
cotidiana es la que impera en lo público también, las cosas cambian. No han participado solamente en la limpieza, sino que con el Ministerio de Cultura y otras instancias recuperaron con la niñez del pueblo las tradiciones que se van perdiendo en la nueva generación. Desde la danza del Palo de Mayo hasta las comidas afro caribeñas, niñas y niños participan de su historia. Ver video de Palo de Mayo en Manzanillo en http://www.youtube.com/watch?v=jgqxvUqwmsM&feature=youtu.be
Una de ellas es Aida Dossman. Dijo en esa ocasión al Foro Caribe Sur que "recuperar las tradiciones culturales es muy importante porque so las raíces del pueblo y las nuevas generaciones tiene que saber de dónde vienen."
En Gandoca, desde hace dos décadas, es la comunidad la que se ha organizado
y capacitado para armonizar su propio desarrollo con la conservación de las
tortugas y la laguna. Es una relación tan simbiótica que Gandoca no se puede
imaginar a sí misma sin ellas. Cuando la cultura ambiental se combina acertadamente
con la economía de una comunidad, las cosas pueden prosperar.
Uno de sus líderes es Neftalí Velázquez, operador turístico que ayuda a su comunidad a captar turistas que llegan a Puerto Viejo para que también visiten Gandoca. Ver entrevista con el Foro Caribe Sur en: http://forocaribesur.blogspot.com/2013/08/serie-conozca-los-voceros-del-foro.html
En el Caribe Sur en general, los pescadores y pescadoras se ha organizado
en una asociación – la Asociación de Pescadores Artesanales del Caribe Sur –
que, rescatando la cultura milenaria de la pesca, lucha por mejoras en las
condiciones de vida de los pescadores y sus familia a la vez que promueve la
protección de los mares y las costas, una cultura que se ha tenido que
rescatar.
Uno de ellos es Julio Ugalde, pescador, constructor, productor agrícola y ebanista que nació en Guápiles pero se ha criado en el Caribe Sur. "A mi me gusta vivir aquí porque soy libre, ya que aquí puedo generar mis propias fuentes de empleo y no tener que trabajar para nadie. El mar es mi libertad. Cada época del algo hago algo diferente: cuando el mar está malo como para salir a pescar, hago construcción y muebles, y siempre siembro con mis padres. Hasta ahora no me ha ido mal con toda esa combinación, he podido darle escuela, casa, salud y alimentación a mi esposa y mis dos hijas." El Caribe Sur se caracteriza, no sol por su diversidad ecológica y étnica, sino por la diversidad que en la producción para la sobrevivencia ha implementado su gente.
Además, una cultura de agricultura orgánica ha nacido en a zona, la cual ya
cuenta con una Feria semanal y varías fincas y centros de distribución de
productos saludables y hasta santuarios de semillas autóctonas de la zona.
Una de ellas, entre las más antiguas es la Finca Punta Mona de Steven y Sara. Don Adolfo Sanarusia de Gandoca es uno de los mas agricultores que labora allí desde hace mas de una década. "Aquí hemos combinado lo que aprendimos de nuestro antepasados los agricultores de la zona con los conocimientos de steven y la gente que viene de otros países a cooperar en la Finca. Hay cosas que el MINAET no entiende, pero yo lo que le pido es que nos dejen trabajar, ¡que estamos haciendo un aporte importante!" La colaboración y el aprendizaje recíproco intercultural es para de lo que la gente que llega al Caribe Sur busca.
La Casa de la Cultura en Puerto Viejo, un local que fue creado por el
esfuerzo de la comunidad conjuntamente con Marcus Garvey hace mas de un siglo
es un centro de expresión de las culturas de la zona. Solo un pueblo que
aprecia sus culturas puede haber creado y mantenido una Casa como esa.
Igualmente, con todo y la polémica que se ha desatado acerca de su
contribución a la cultura de la zona, los "chinamos" de la Zona Marítimo
Terrestre en Puerto Viejo son parte del folklore del lugar. Se dice que es que
venden productos culturales que no son propias de la zona. ¡En una zona donde
actualmente convive gente mas de 50 países, desde África hasta Asia, pasando
por Europa y otras latitudes y longitudes, rechazar esas otras expresiones
culturales es una mala excusa! Si el gobierno y la municipalidad, en lugar de
rechazarlos, los ayudan a crecer y capacitarse y les brindan mejores
instalaciones, la gente que vive de hacer y revender productos cultuales podría
desarrollarse mejor.onjuntamente con
Marcus Garvey hjo u contribuci que fue creado por el esfuerzo de la comunidad
conjuntamente con Marcus Garvey h
El
nuevo siglo ha traído nuevos retos
En el marco de la crisis mundial y su impacto en las tendencias del
turismo, el fracaso de la política del
Instituto Costarricense del Turismo (ICT) para el Guanacaste en el Pacífico
hace pensar que para el país, seguirle el pulso a las tendencias corporativas
mundiales sin pasarlas por el colador de nuestras propias realidades y
construcciones culturales, no es necesariamente la mejor forma de sostener y
crecer.
Basta recorrer nuevamente Guanacaste y otras zonas del Pacífico para palpar
la gran cantidad de edificios en gris sin terminar y los daños al ambiente,
además del desplazamiento de muchas de las comunidades que en esos lugares vivían.
Los bellos hoteles vacíos que se ven allí, en lugares dónde se secaron
humedales y se mató flora y fauna.
Se puede decir, sin temor a equivocarse, que los que sobreviven son los hoteles
de las grandes cadenas mundiales, precisamente lo que más aíslan a la población
local para poder interactuar o vender su productos del mar, la tierra y su
cultura.
Las comunidades que hasta ahora han sobrevivido en el Pacífico son las
comunidades que han preservado su cultura de la pesca, la siembra y la
confección artesanal. Las que fueron despojadas de ello no sobrevivieron.
Como resultado del fracaso de la política turística anterior en el
Pacífico, hasta las autoridades gubernamentales buscan cambiar la oferta turística
para atraer el turismo nuevamente al país.
Una oferta que se abre espacio en el país es la que ya conocemos por las
de dos o tres décadas en el Caribe Sur: el “turismo cultural”.
Una “nueva” tendencia para un Estado que se acostumbró a invisiblizar,
desconocer y no divulgar las experiencias del Caribe Sur. Una tendencia que
ahora escucha por su fracaso en las políticas anteriores en el Pacífico. Una
tendencia que ahora escucha porque viene de las corporaciones turísticas que buscan nuevos mercados.
La Feria
Expotur, realizada en el Hotel Herradura recientemente entre el 27-28 de abril,
2014 es un ejemplo. El evento apeló más al turismo cultural para atraer
visitantes extranjeros al país, que a otros tipos de turismo. El turismo
cultural fue sin duda alguna el común denominador en la Feria.
Según los datos
de la Asociación Costarricense de Profesionales en Turismo (Acoprot), 134
empresas de las 270 que expusieron este año, incluyeron experiencias de este
tipo como parte de su abanico de opciones. Gabriela Belan, de la agencia Encore
Productions Inc., de Estados Unidos, indicó que busca diversidad en este tipo
de turismo porque su público se enfoca en las actividades culturales. (La
Nación, 22/05/14)
El
Caribe Sur en esa “nueva” tendencia internacional
El Caribe Sur
tiene una gran delantera en esa vertiente del turismo y su población se sigue organizando
para continuar desarrollándola.
Pero su experiencia
de décadas estriba en que sabe ya, por experiencia propia y de muchos años, que
no se trata de convertir la cultura y los ecosistemas en una mercancía desprovista
de su contexto, su historia y su lucha por sus derechos.
Como bien dijo Glenda
Halgarson en una actividad con la Defensoría de los Habitantes el 9 de
diciembre, 2013 en la Casa de la Cultura, “sin tierra no hay cultura y por eso
la lucha por los derechos históricos es parte de la afirmación de la cultura.”
La respuesta para
el Caribe Sur tiene necesariamente que ser una respuesta integral y que nazca
del diálogo de la población del Caribe Sur con el gobierno y las instituciones.
Hoy día, Costa
Rica no se puede dar el lujo de perder la oportunidad de al fin, aprender del
Caribe Sur en un área donde su población es la que tiene mas experiencia.
Y no se puede dar
el lujo de volver a fracasar en una política turística equivocada, porque habrá
destruido una de las zonas por las que mas reconocimiento tiene en el mundo.
¿Cómo se expresa la diferencia entre el “turismo cultural· del Caribe Sur y el de mentalidad corporativa?
El turismo
cultural de mentalidad corporativo busca escoger “productos” culturales,
descartando su entorno y desechando expresiones culturales que supuestamente a
ese turismo no le interesa, a pesar de que históricamente todas las expresiones
cómos conjunto, marcan la cultura de una zona. Dicho de otra forma, el turismo
corporativo transforma la cultura de la zona para que le sea potable al
turista, despojándola de sus orígenes, su historia y su entorno. En otros
palabras, convierte la cultura en una simple mercancía. Para ello empieza con
la creación de una “marca”, a pesar de la diversidad de ofertas que caracteriza
una cultura multiétnica y pluricultural.
El turismo
cultural autóctono le presenta al turismo lo que es, lo que tiene y lo que hace y cómo lo ha logrado, para desarrollarlo
y compartirlo.
Su “marca” puede ser lo mismo un sello que un ícono, que una
palabra, no las características de la mercancía en sí, que puede seguir siendo
ser variada.
El turismo
cultural de mentalidad corporativa encasilla toda expresión en una marca,
despreciando lo que no cabe en ella, aunque sea parte de la forma de vida de un
pueblo.
El turismo
cultural autóctono no compartimentaliza las expresiones culturales, sino que
las integra y ve en todas las expresiones, una oportunidad de compartir
capacitando para crecer.
La mayor
experiencia que el Caribe Sur ha acumulado en este periodo de crisis financiera
mundial es que le ha mostrado al resto del los territorios costeros en estos
años que lo propio, pequeño y sencillo se sostiene, aún en crisis, muchas veces mejor que lo grande, complejo y ajeno.
Un ejemplo:
Mientas los grande complejos hoteleros del Pacífico se vaciaron y lanzaron al
desempleo a la población cercana que se vio forzada a laborar en ellos cuando
sus propias fuentes de vida y trabajo fueron destruidas, en el Caribe Sur los
niveles de empleo superaron el promedio nacional. Apenas el 3.1% de la PEA está
desocupada (la mitad del índice nacional) (Fuente: Censo Nacional de Población, Inec 2000).
Aunque el dato es
del 2000, la tendencia no debe haber cambiado mucho, porque lo que caracteriza
la dinámica laboral en el Caribe Sur es que la mayoría de la población es auto
empleada en sus propios negocios.
Los tres grandes
hoteles que se construyeron el la zona fracasaron, pero sus empleados
sobrevivieron porque nunca dejaron de laborar paralelamente en sus negocios
propios.
Es el caso, por
ejemplo, de Bacó en Manzanillo que trabajaba de vigilante en uno de esos
hoteles pero paralelamente llevaba turistas a pescar. Al cerrarse el hotel donde
trabajaba, continuó desarrollando su negocio propio, llevando gente de
Manzanillo ya Punta mona y haciendo tours de pesca.
Como ello hay
cientos de ejemplos mas que nos deben poner a pensar como organizarnos para que
las comunidades puedan ser escuchadas con su experticia en el turismo cultural,
para no caer presas de la tendencia corporativista, para poder sortear las
crisis creciendo y desarrollando lo propio en el intercambio.
Al sistema de turismo corporativo no se le
puede pedir que defienda y promueva valores que no tiene. Su misión es hacer
plata y hay cosas en la vida que el dinero no puede garantizar, ni puede
valorar, ni puede comprar.
¿Qué precio se le puede poner a la preservación de las culturas milenarias
como las que conviven en el Caribe Sur? ¿Qué costo pagaría
una sociedad por permitir que sus expresiones culturales sean destruidas
por cosificarla en mercancía?
¿Qué precio se le puede poner a la
preservación del entorno natural que es el territorio de esas culturas, forjado
durante siglos de cultura de preservación? ¿Qué costo pagaría una sociedad por
permitir que se destruya irreversiblemente?
¿Qué precio se le pondría a toda la gente
que ha hecho eso posible? ¿Qué costo pagaría el resto?
¿A quiénes les venderíamos una cultura
cosificada, sin alma, sin historia, sin corporalidad? Ese precio solo lo pagan
los que viene por los recursos naturales sin importarle la gente. ¿Es eso lo que queremos?
Las condiciones están dadas para dialogar
con autoridades y ente la comunidad misma para que esas experiencias y ofertas
sean valoradas y convertidas en política para la zona. ¡Lo contrario es un
precio que no se puede pagar!